Perseguir los ideales de belleza puede convertirse en un camino tortuoso, sobre todo porque la mayoría de esos ideales son inalcanzables para la mayor parte de la población mundial. Para las chicas y mujeres, especialmente, la presión estética que fomentan muchas veces la publicidad, la moda, las redes sociales…, deviene una de las causas de los denominados trastornos de la conducta alimentaria.
Existe bastante confusión y desconocimiento sobre lo que son estos trastornos. Sara Bujalance, presidenta de la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia, explica que “los principales trastornos de la conducta alimentaria son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa, el trastorno por atracón y el trastorno de la conducta alimentaria no especificado. Las principales características son una profunda insatisfacción con el cuerpo, alteraciones del hábito alimentario, un estado de ánimo deprimido e irritabilidad y aislamiento social”. Además, añade que “como existe mucha confusión y mucho desconocimiento sobre qué son realmente los trastornos de la conducta alimentaria, se tiende a infravalorar su gravedad (tienen la tasa de mortalidad más elevada dentro de las patologías mentales)”.
Existen diversos factores que influyen en este tipo de trastornos, sin embargo, Sara Bujalance apunta a que “la presión social actual por la delgadez, dirigida especialmente a la mujer, tiene una influencia muy elevada en el desarrollo tan masivo de los trastornos de la conducta alimentaria (1 de cada 20 adolescentes sufre un trastorno de la conducta alimentaria), y de cada 10 casos, 9 son mujeres”.
Los trastornos de la conducta alimentaria y el confinamiento
Esta etapa encerrados en casa ha sido complicada para todos, y las personas que sufren trastornos de la conducta alimentaria también se han visto afectadas. Como nos cuenta Sara Bujalance, “desde la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia hemos recibido casi el triple de consultas de las que recibimos habitualmente. Hemos detectado que en muchos casos se ha agravado la sintomatología del trastorno (irritabilidad, dificultad para comer, actividad física compulsiva, tristeza, aislamiento social, etc.) así como la confusión y angustia por parte de las familias, que en muchos casos han descubierto el trastorno en pleno confinamiento, sin saber qué hacer ante un problema tan grave”.
Además, también añade que “en otros muchos casos nos hemos encontrado que el acceso a los tratamientos durante el confinamiento se ha dificultado o reducido al eliminar toda la parte presencial”.
El papel de las redes sociales
Las redes sociales desarrollan un papel clave en cuanto al desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria. Por una parte, por el culto a la imagen y la difusión de ideales de belleza, que muchas veces son ficticios (fotos retocadas, posturas imposibles…) y muchos de ellos enfermizos (subsumen la belleza a la delgadez necesaria, por ejemplo). “La presión social por tener una determinada imagen está amplificada por las redes sociales actualmente, así como todo lo que tiene que ver con el “postureo” y mostrar no sólo un cuerpo perfecto en redes, sino también una vida social, alimentación, estado de ánimo, etc., idealizadas y alejadas de la realidad humana. Por eso es tan importante educar a chicos y chicas en el desarrollo de un sentido crítico hacia lo que ven en redes y también en otros medios de comunicación”, señala la presidenta de la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia.
Pero no solo eso, las redes sociales también se han convertido en plataformas de difusión masiva de consejos que fomentan este tipo de trastornos. Mirad este vídeo que nos explica quiénes son #mía y #ana, y pueden estar aconsejando a nuestras hijas y que forma parte de la campaña Por un uso Love de la tecnología de Orange.
Sara Bujalance explica que “en los últimos años se han incrementado notablemente las páginas que hacen apología de los trastornos de la conducta alimentaria, las conocidas como #ana y #mia, en las que personas afectadas por el trastorno comparten información que es muy perjudicial para su salud”. Con este tipo de hashtags, miles de personas alrededor del mundo se aconsejan sobre cómo llevar a cabo estas prácticas (por ejemplo, los vómitos) sin que los padres se enteren, se difunden ideas extremas sobre la delgadez y la demonización de la gordura y el peso. En definitiva, prácticas muy peligrosas que no podemos dejar bajo ningún concepto que se conviertan en consejeras y referentes de nuestras hijas e hijos.
Qué podemos hacer las madres y padres
Sara Bujalance hace hincapié en que “las familias deben poner atención si observan cambios en la alimentación y/o incremento de la actividad física con el objetivo de adelgazar, preocupación por el cuerpo, cambios en el estado de ánimo, irritabilidad y aislamiento social. Si tienen la sospecha de un posible trastorno de la conducta alimentaria deben ser comprensivos y afectuosos con el chico o la chica, hablar con él o ella desde el afecto y, muy importante, ponerse en manos de un centro especializado en trastornos de la conducta alimentaria. Desde la asociación siempre insistimos mucho en este punto, el mejor tratamiento lo proporcionarán aquellos centros cuya experiencia y trabajo diario se centra en este tipo de trastornos”.
También tenemos que poner el foco en las redes sociales, “es importante que las familias y educadores favorezcan desde bien pequeños un uso saludable de las nuevas tecnologías enseñando a los niños y niñas a diferenciar entre lo bueno y lo malo que hay en internet, de la misma manera que les enseñamos a cruzar la calle para evitar atropellos”, señala Sara Bujalance.
Por último, cabe hacer mención a la función de la sociedad en su conjunto para hacer frente y prevenir este tipo de trastornos en los jóvenes. La presidenta de la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia afirma que “se necesita la implicación de toda la sociedad porque nadie tiene la culpa de un trastorno de la conducta alimentaria, pero cada agente debe asumir su parte de responsabilidad”. Sara Bujalance hace referencia a:
- Lo mejor que pueden hacer las familias es criar desde la parentalidad positiva (buen trato, límites coherentes y claros), llevar a cabo al menos una comida al día en familia y educado desde un buen ejemplo, no sólo a la hora de desarrollar un hábito alimentario saludable sino también en la forma en la que nos relacionamos con nuestro cuerpo y, muy importante también, evitando hacer comentarios negativos sobre el cuerpo del chico o chica así como de las personas en general.
- Desde las escuelas deben implicarse también reforzando el respeto por la diversidad corporal y previniendo situaciones de bullying.
- Las empresas deben favorecer medidas reales de conciliación laboral y familiar para que las familias puedan realmente ocuparse de sus hijos e hijas con calidad, tal como hemos descrito anteriormente.
- La publicidad y los medios de comunicación deben también favorecer la aparición y difusión de cuerpos saludables, que representen la diversidad corporal real que existe en las calles.
- Los sanitarios y técnicos, sobre todo los que trabajan con menores de edad, deben poder identificar señales de alerta para derivar a los profesionales especializados lo antes posible y, por último, políticos y administraciones deben desarrollar programas para permitir que todo lo anterior sea posible.