Te das cuenta de la enorme repercusión que tienes sobre la autoestima de tus hijos cuando te cuentan que la autoestima no es auto hasta los 6 años, sino que está formada por lo que piensan los demás de nosotros, concretamente nuestras figuras de referencia (madres, padres, docentes…).
E ahí la importancia de que madres y padres conozcamos las estrategias para conseguir construir una autoestima sana en nuestros hijos. Algo fundamental para que sean felices cuando sean adultos. Porque si nuestros hijos no se quieren, no se consideran válidos, únicos, no se valorarán en absoluto, con las consecuencias que esto tiene para su salud emocional.
Una autoestima sana pasa por conseguir que nuestros hijos se conozcan, se acepten y se quieran como son, se sientan seguros y quieran explorar el mundo que los rodea, sin miedos y confiando en sus potencialidades.
Fomentar la autoestima, clave para llevar una buena vida
Como dice la psicóloga infantil Silvia Álava, es muy importante que cada uno de nosotros nos sintamos a gusto con nosotros mismos porque somos las personas con las que vamos a pasar toda la vida.
Una buena autoestima es el motor que hará que nuestros hijos estén a gusto con ellos mismos y con los demás, sean capaces de tener y defender su propio criterio, confíen en que pueden lograr sus objetivos, establezcan relaciones sanas, evitando caer en relaciones de dependencia, quieran aprender, se atrevan a transitar nuevos caminos…
Madres y padres, claves en la construcción de la autoestima de nuestros hijos
La autoestima de nuestros hijos no es auto hasta los seis años. Hasta entonces, esa aceptación de sí mismos depende en exclusiva de la aceptación y valoración de los adultos con quienes convive. El concepto que tienen los padres de sus hijos juega un papel muy importante, ya que un niño se ve reflejado en los ojos y en las palabras de sus padres y creerá firmemente la imagen que proyecten de él.
La confianza en uno mismo es fruto del convencimiento de que se tiene capacidad suficiente para resolver con éxito diferentes situaciones y que se puede ofrecer algo valioso a los demás, por lo tanto es consecuencia de la autoestima. El bebé aprende a medida que adquiere nuevas habilidades y estos logros son la base de la confianza en sí mismo. Dependiendo como respondan los adultos que le rodean, crecerá con una sensación de confianza en sus capacidades o todo lo contrario, en una sensación de impotencia que se suele traducir en una necesidad de que los adultos le hagan todo lo que estén a su lado en todo momento.
Cuando una persona confía en si misma demuestra que tiene una autoestima sana, que conoce tanto sus puntos fuertes como también sus puntos débiles, pero que confía en sus capacidades. Se pone metas y objetivos y se esfuerza por conseguirlos porque anticipa el éxito en la tarea, aunque necesite una dosis de esfuerzo para conseguirlos. No se compara con los demás pues sabe que todos somos diferentes y cada persona posee distintos talentos y capacidades. Un niño que confía en sí mismo suele ser optimista, pone su empeño en lo que se proponga y procura superar las dificultades que se le vayan presentando.
Si vuestro hijo tiene un adecuado nivel de confianza en sí mismo, se atreverá a superar retos, no se hundirá frente a un fracaso y si se equivoca, volverá a intentarlo. Por eso es importante que seleccionéis de forma adecuada sus experiencias, para que supongan un estímulo atractivo que le impulse al esfuerzo, pero que sean metas cercanas, en las que podamos anticipar una experiencia de éxito.
Cuanta más alta es la autoestima y la confianza en uno mismo, más preparado estará vuestro hijo para enfrentarse a problemas y dificultades de la vida, para entablar con los demás relaciones enriquecedoras y ser generoso, respetuoso y benévolo».
En resumen, si queremos conseguir que nuestros hijos crezcan con una autoestima sana, debemos:
1.- Reflexionar en familia sobre la autoestima, sobre los talentos y puntos fuertes de cada uno y las cosas en las que nos gustaría mejorar, para reconocernos como seres únicos, valiosos y que tenemos cosas que aportar.
2.- Entender los errores y los aspectos en los que queremos mejorar como retos que nos empujan a superarnos y a aprender, y no como pruebas de que “no servimos”.
3.- No dar por sobreentendido el amor incondicional que sentimos por ellos, hacerles ver que su presencia en nuestras vidas es importante, valiosa y fuente de disfrute.
4.- Formular críticas positivas sobre el comportamiento, sin infravalorarnos por un comportamiento poco adecuado. Es mejor decir: “Por favor, no me hables ahora porque tengo que concentrarme en una cosa”, que soltarles: “¡Qué plasta! ¡No paras de hablar!”. O es mejor decirles: “Creo que sabes ordenar mejor tu cuarto” que decirles “Eres una desordenada, no hay quien entre en tu cuarto”.
5.- Valorar el esfuerzo más que los logros: Un genial experimento llevado a cabo por la psicóloga Carol Dweck, propuso a dos grupos de niños realizar un ejercicio con puzles. A uno de los grupos los alabó como inteligentes por haberlo conseguido, y al otro por el esfuerzo. Los elogiados por el esfuerzo se animaban a retos más complicados y se motivaban, los elogiados por la inteligencia y por el resultado preferían ir sobre seguro por miedo a perder esa calificación de inteligentes, por miedo al error. En conclusión, si no quieres que tus hijos tengan miedo a equivocarse y se sientan menos valiosos por cometer errores, elogia su esfuerzo.
6.- Dejarles tomar sus propias decisiones y respetar su autonomía. No nos cansaremos de decir que sobreproteger a nuestros hijos no tiene nada de positivo para su autoestima, pues, con la mejor de las intenciones, les hacemos crecer pensando que no pueden, que no saben, que ya lo harán papá y mamá, que ellos sí que saben. Pensemos cómo nos sentiríamos si tuviéramos detrás alguien vigilando nuestros pasos, advirtiéndonos de supuestos peligros a cada paso que damos o diciéndonos: “deja, que ya lo hago yo”. Seguro que preferiríamos que nos dejaran un poco más a nuestro aire. Además, para ayudar a nuestros hijos a tener buena autoestima, es muy interesante impulsarles a tomar decisiones, desde qué ropa de invierno ponerme en un día frío, qué fruta tomar en la merienda o cómo lograr ir más rápido por las mañanas.