«¿Qué problema tenéis? Si no me quiero poner la mascarilla es problema mío, estoy en mi casa, en mi urbanización con mi vecina. No me la pongo porque no me sale del chichinabo. Que sí, que hay una pandemia mundial y todo lo que tú quieras, pero ¿Qué te influye a ti que no me la ponga yo? Me influye a mí, me contagio yo, es mi problema, ¿vale?», son las declaraciones en TikTok de Marina Yers, una influencer española que cuenta con 3,8 millones seguidores en la red social de moda: TikTok. Su vídeo se ha hecho viral, pero no es la primera vez que sus declaraciones causan polémica. Anteriormente ya había mencionado que el agua más que hidratar, deshidrataba.
El suyo es solo un ejemplo de tantos que encontramos en redes sociales. Influencers que dicen auténticas barbaridades que llegan a millones de personas, sobre todo a adolescentes.
De estos influencers negativos, que nosotros llamamos anti influencers, y de las consecuencias sobre nuestros hijos hemos hablado con la psicóloga Úrsula Perona.
- Úrsula, ¿hasta que punto los influencers influyen en nuestros hijos? ¿Saben nuestros hijos distinguir lo que está bien de lo que está mal de lo que dicen sus referentes en redes?
Si bien los primeros famosos sin mérito surgen en los Reality Shows como Gran Hermano o Supervivientes, no es hasta la aparición de hace ya 15 años de las redes sociales cuando realmente se consolida y expande esta figura social. Alguien que sin mérito alguno puede llegar a ser millonario y famoso, y convertirse en Influencer.
No todos los Influencers son malos, los hay que son grandes profesionales. Pero los otros, los que lamentablemente son los reyes de TikTok e Instagram, las redes con más usuarios menores de 18 años, no llegan ahí por mérito propio. Son fenómenos post sociales, productos creados de manera absolutamente estudiada y medida para, nunca mejor dicho, guiar a nuestros hijos hacia objetos de consumo determinados.
Nuestros hijos no pueden saber eso. No tienen capacidad crítica para discernir quién les habla, en qué se basan para hacerlo, o que objetivo hay detrás de eso. No tienen la madurez intelectual ni emocional necesaria para ser capaces de cuestionar a sus ídolos de Internet. Si a los adultos ya nos cuesta tener un pensamiento divergente, o no olvidar que la imagen que vemos en redes sociales no es real, imaginad a nuestros hijos.
- ¿Cómo podemos las madres y padres minimizar esa influencia??
Como padres nos enfrentamos a un gran reto. Nosotros no somos nativos digitales, ni siquiera somos usuarios de las mismas plataformas y redes sociales que nuestros hijos. No hemos jugado en línea con amigos virtuales de Noruega ni tenemos un Crush. ¿Cómo vamos a educar en lo que no conocemos? Hemos llegado tarde a lo virtual, y eso supone una gran desventaja a la hora de educar. No hemos pasado por ello, no hemos tenido sus vivencias, ni hemos experimentado sus consecuencias.
Por lo tanto, en primer lugar, deberíamos experimentarlo. La pandemia ha favorecido esto, ya que nos hemos visto obligados en tiempo récord a actualizarnos digitalmente. Hemos entrado en contacto con la tecnología de formas nuevas. Pero no es suficiente. Necesitamos conocer TikTok, saber quién es Charli D´Amelio o el Rubius. Sentarnos un rato con nuestros hijos y ver juntos lo que ellos ven. Nada educa más que conversar. Lanzar preguntas, invitarles a cuestionarse lo que ven, enseñarles a contrastar la información que reciben.
Por ejemplo, están proliferando los “pseudopsicólogos” en TikTok: adolescentes que explican los síntomas de la depresión o cualquier otra cosa. Y nuestros hijos toman como verdad lo que dicen. Enseñémosles a buscar las fuentes adecuadas.
Otro aspecto muy importante es el tema de los filtros de belleza. Gran Bretaña acaba de aprobar una Ley que prohíbe a los influencers utilizar filtros de belleza. Medidas como estas son muy necesarias. Porque los adolescentes están interiorizando unos estereotipos de belleza irreales. Están creando una identidad virtual basada en retoques fotográficos. Luego, cuando se miran al espejo, no se reconocen en la imagen real.
- ¿Qué consecuencias tiene esa mala influencia?
Algunas de las consecuencias que estamos viendo en niños y adolescentes de estas malas influencias están relacionadas con diferentes áreas:
– Trastornos de la alimentación. Les trasladan información sobre dietas, peso, purgas etc. sin ningún tipo de fundamento.
– Distorsiones de la imagen corporal. Muestran una imagen retocada con filtros de belleza por lo que los cánones de belleza virtuales son totalmente irreales. El adolescente no se reconoce en la imagen real. No se gusta, no está a la altura de sus influencers favoritos, por lo que necesita recurrir a las mismas herramientas.
– Expectativas poco realistas sobre el futuro: éxito y fama sin esfuerzo. Desmotivación hacia los valores tradicionales como el esfuerzo y el trabajo.
– Sexualización: banalización del sexo y erotización.
– Retos peligrosos: retos absurdos que en ocasiones tienen desenlaces realmente fatales.
– Sobreexposición de la intimidad: mostrar la vida íntima se ha vuelto normal, con las consecuencias negativas que de ello se derivan.
- ¿Están nuestros hijos normalizando cosas que no son normales, como las apuestas, la violencia, la sexualización?
Las redes sociales tienen un potente efecto normalizador. Lo que sucede en el mundo virtual y se viraliza, pasa a ser normalizado. La sobreexposición a la violencia, por ejemplo, nos desensibiliza. Al sexo, lo banaliza, lo desvirtúa.
Al igual con muchas otras cosas, como el consumo de tóxicos. Los niños y adolescentes aun no han desarrollado su capacidad crítica, por lo que interiorizan y normalizan lo que ven y lo que sus referentes en la red hacen.
- ¿Qué perfiles de adolescentes tiene más riesgo de ser influidos?
Hay varios factores que influyen en que nuestros hijos sean más o menos influenciables:
- Su personalidad: si son fácilmente sugestionables, tienen baja autoestima o problemas de identidad, por ejemplo.
- Tener sentimientos de soledad o exclusión.
- Tener problemas psicológicos como depresión o ansiedad, les vuelve más vulnerables, así como trastornos de la alimentación.
- Pasar demasiado tiempo en el mundo virtual, sustituyendo por este por las relaciones reales.
- No tener referentes reales, influencers positivos.
- No tener pensamiento crítico.