Entre toda la cantidad de información que nos ha llegado durante esta cuarentena, hay tres cosas que tenemos claro que han aumentado en las casas de miles de españoles: la ansiedad, la afición culinaria (con especial hincapié en el horneo de pan) y el consumo de pornografía.
Según los datos que ofrece Pornhub, el sitio web de pornografía más grande del mundo, el consumo de contenidos pornográficos aumentó un 61,3% en España durante las primeras semanas de confinamiento. Según la psicóloga y sexóloga Lara Avargues, “el consumo de pornografía ha aumentado debido al mayor tiempo en casa y mayor disponibilidad. La necesidad de contacto físico y sexual, además de estar hambrientos de cuidado y aprobación externa, puede llevar a buscar sensaciones de autoplacer, y más en esta situación de incertidumbre. Es decir, usar el sexo virtual para reducir los sentimientos de estrés e inseguridad, buscando sensaciones más placenteras y de desconexión”.
Los adolescentes y el porno
Viendo esta tesitura, es imprescindible que pongamos la realidad sobre la mesa: los adolescentes consumen pornografía. Al menos una gran mayoría. Aunque no la busquen específicamente, los encuentros con contenidos subidos de tono durante la adolescencia son comunes debido a la facilidad del acceso y difusión a través de los dispositivos tecnológicos.
Lejos quedan aquellos tiempos en los que era necesario desplazarse hasta el quiosco o el videoclub para consumir contenidos para adultos. Ahora todo esto ha cambiado mucho: a golpe de clic podemos acceder a miles y miles de vídeos de todos los tipos, formatos y temáticas. Y nuestros hijos e hijas también.
Lara Avargues nos cuenta que “la edad media en que los adolescentes se inician en el consumo de pornografía son los 14 años en el caso de los hombres y los 16 en las mujeres; sin embargo, al menos uno de cada cuatro varones ha comenzado a visualizar este tipo de material antes de los 13 y, según un estudio realizado por BitDefender en España, el 10% de los consumidores de prono en Internet tiene menos de 10 años.
En un artículo escrito por Heike Freire para Gestionando hijos, la psicóloga y experta en innovación educativa explica que el porno “se ha convertido en un ritual de iniciación sexual para muchas personas. Es un auténtico texto alfabetizador, una completa programación didáctica que acompaña las (primeras) experiencias afectivo-sexuales de millones de (pre)adolescentes, jóvenes y adultos; muchos de ellos confiesan que esas imágenes les dan ideas para experimentar en sus relaciones personales”.
Los efectos del porno en el cerebro de nuestros hijos
Heike Freire señala que “la pornografía despliega un discurso sobre los cuerpos, sus formas y sus usos para conseguir un tipo de emoción física que llamamos excitación. Promete un placer mentalmente anticipado, condicionado, vinculado al poder y, por regla general, vivido de forma individual, e incluso culpable. Sus imágenes contienen toda una teoría de la sexualidad: explican qué es y cómo practicarla; muestran las premisas, las condiciones, los gestos, los movimientos… modelan una mecánica adictiva del deseo separado de la intimidad, la afectividad y la noción de compartir. Y promueven una imagen estereotipada del cuerpo que afecta tanto a la construcción de la libido, como a la identidad y la autoestima”.
“Numerosos estudios explican cómo, al alterar la bioquímica del cerebro y su sistema de recompensas, la pornografía es fuertemente adictiva. Su uso continuado genera una especie de confusión entre la realidad y la ficción. Comentando los mensajes que recibe habitualmente de sus admiradores, una conocida actriz porno no pudo ocultar su asombro: se creen que lo que hago es verdad, que disfruto en el plató, con ese tipo de relaciones… Les cuesta comprender que estoy actuando”, explica Heike Freire.
La sexóloga Lara Avargues añade que
– Hay un aumento de las prácticas sexuales de riesgo. Por ejemplo, sexo sin precauciones, actividades violentas e ilegales de diversos tipos o prácticas sexuales de riesgo en Internet, como el grooming o el ciberacoso.
– Distorsiona también la imagen que mujeres y hombres jóvenes tienen de su mismo género y del opuesto, por el ideal estético que aparece en pantalla. Además, aparecen conductas que reproducen estereotipos de género y patrones de desigualdad en las relaciones, como el retorno del amor romántico, las dificultades para detectar la violencia de control, la coerción normalizada o la ritualización de las relaciones sexuales.
– El consumo de pornografía puede fomentar la prostitución como un medio para realizar las conductas vistas en Internet, que son impracticables consensuadamente en las relaciones reales.
El papel de las madres y padres
Respecto a la actuación que madres y padres debemos llevar a cabo, Lara Avargues remarca que “es importante cambiar la concepción de la relación de los y las adolescentes con la pornografía, la sexualidad y las relaciones. Para esto, es necesaria una educación afectivo-sexual gestada y coordinada por todos los agentes educativos, escuela y familia. La idea no es prohibir el conectarse a las redes, sino buscar un uso adecuado de cómo hacerlo, asesorando a la juventud en el proceso de búsqueda, no censurando, sino creando y guiando la capacidad crítica para entender que significa la pornografía desarrollando así una sexualidad libre y ética”.