24 horas al día, 7 días a la semana… y ya llevamos así 6 semanas. Son muchas horas todos juntos en casa, sin vías de escape y, a veces, resulta difícil mantener un buen clima familiar. Esta situación es la idónea para que madres y padres estemos abusando de los premios y los castigos con nuestros hijos para conseguir que aporten en el mantenimiento de este buen clima que mencionábamos.
De esto hemos hablado con el psicólogo Alberto Soler, autor del libro ‘Hijos y padres felices: cómo disfrutar de la crianza.
Alberto, ¿crees que esta situación podría estar propiciando que madres y padres estemos abusando de los premios y castigos para conseguir mantener ese buen clima familiar, más necesario ahora si cabe?
Estamos en una situación para la que nos faltan referentes, al menos recientes y de nuestro contexto sociocultural. Como bien dices nos encontramos confinados, de cuarentena, pero lo que en ningún momento puede estar en cuarentena es el buen trato y el respeto a los niños. Los premios y los castigos, aunque no son del todo deseables, forman parte del modo de educar de muchas familias, y en momentos tan complicados como en el que nos encontramos, pedirles cambiar una inercia que llevan desde siempre no me parece el mejor momento. Igual es demasiado pedir. Quizá lo mejor ahora es recordar la importancia del trato amable, cariñoso y respetuoso. Sí esto se cumple, no veo tan grave utilizar de vez en cuando los premios y castigos. Mejor sin abusar, claro. Y mejor usar premios que castigos. En cualquier caso, cuando la cosa esté más calmada, igual podemos plantearnos también reducir los premios y los castigos.
¿Son los premios y los castigos una correcta estrategia educativa?
No voy a ser yo quien diga qué es correcto o no, pero sí que existe una cantidad considerable de estudios que apuntan en la dirección de que sería mejor no abusar de ellos; los castigos especialmente, pero los premios también, ya que interfieren en la motivación intrínseca de quien los recibe.
Siempre se nos ha dicho que el refuerzo positivo es fundamental para que nuestros hijos repitan sus buenas conductas. ¿Cuál es la diferencia entre refuerzo positivo y premio?
Bueno, en realidad son prácticamente sinónimos. Hablar de premios es hablar de refuerzos positivos, y se refiere a toda consecuencia que se produce tras una conducta y que incrementa la probabilidad de que ésta se vuelva a dar en un futuro. Si nos mostramos contentos y amables cada vez que nuestro hijo hace algo que nos gusta, ésta actitud es un refuerzo que incrementa la probabilidad de que su conducta se vuelva a repetir en el futuro. En este sentido es imposible evitar los premios, así como los castigos (consecuencias que disminuyen la probabilidad de una conducta), ya que tras cada conducta de una criatura (o de una persona adulta) va a ocurrir algo, lo queramos o no, que influirá en la probabilidad de que lo repita más adelante.
Quizá la diferencia puede ser que cuando se habla de premios la gente suele pensar más en cosas materiales, lo cual nos lleva casi casi al terreno de los sobornos. Esto es lo primero que deberíamos tratar de reducir. Obviamente no queremos reducir los “premios bien dados” que serían esos refuerzos positivos como el tiempo que pasamos con ellos, a gusto, jugando con ellos, haciéndoles caso… pero la idea es que no “se lo tengan que ganar todo por algo”. Podemos darles estos momentos de atención, desvinculándolo de que hagan esto o lo otro.
Muchos profesionales nos instan a cambiar castigos o premios por consecuencias positivas o negativas. ¿Nos podrías poner un ejemplo de este cambio?
A muchos psicólogos nos gusta hablar más de consecuencias lógicas y naturales para desplazar al uso de premios y castigos. Las consecuencias naturales son aquellas que de manera natural se derivan de las conductas que realizamos, sin necesidad de que intervenga nadie: por ejemplo, si hace frío y no llevo chaqueta, voy a pasar frío. Esa es la consecuencia natural. Pero hay situaciones en las que no podemos permitir que los niños experimenten las consecuencias naturales (por ejemplo, jugar con productos tóxicos), por lo que deberíamos aplicar una consecuencia lógica (impedirles el acceso a esos productos hasta que tengan la madurez necesaria para poder emplearlos). Las consecuencias, para ser realmente consecuencias lógicas y no castigos, deben cumplir una serie de criterios: para empezar, su objetivo debe ser mostrar la conducta adecuada, no hacer daño a quien se porta mal (como el castigo). Y, además, esas consecuencias deben estar relacionadas con la conducta que queremos corregir, deben ser respetuosas con el niño, deben ser razonables, y deben haber sido reveladas de antemano (no improvisadas). Es lo que se conoce como la regla de las cuatro erres: relacionada, respetuosa, razonable y revelada.
¿Qué relación existe entre ofrecer premios y castigos y acabar con la motivación interna de nuestros niños?
Cuando ofrecemos un premio para una conducta que podría estar motivada internamente, esa motivación acaba desapareciendo y limitándose solo a la recompensa externa. Por ejemplo, una niña a la que le gusta mucho leer. Si le prometemos un premio por cada libro que lea es probable que acabe viendo la lectura como mero trámite para lograr ese premio, y en consecuencia, perdiendo el interés intrínseco que tenía por esa actividad. Pasa de leer por el placer de hacerlo, a leer para conseguir otra cosa. De esta forma conseguimos que cuando desaparezca el premio, probablemente desaparezca también la lectura.
Alberto, y durante el confinamiento, ¿cuál es tu consejo? ¿Ser más permisivos con las normas en casa o mantenerlas como de costumbre?
Depende; habrá familias en las que será necesario esforzarse por tener unas rutinas más marcadas para poder sobrellevar esto mejor, y habrá otras en las que necesitarán flexibilizarlas. Insisto en que lo más importante es recordar la importancia del buen trato y el respeto, no solo a las criaturas sino también al resto de personas con quienes convivimos. Sí antes esto ya era importante, ahora con esta convivencia intensiva, lo es más.