El entretenimiento digital (tabletas, móviles, videoconsolas, televisión…) de los menores aumentó considerablemente durante la cuarentena: de lunes a viernes, los más pequeños las utilizaban a diario durante casi cuatro horas, un 76% más que antes del confinamiento. El fin de semana, la media era de cinco horas al día, lo que supuso un aumento del 33%”.
Después de este periodo excepcional, las familias tuvimos que iniciar la «desescalada digital». Algo fundamental si queríamos «desenganchar» a nuestros hijos de las pantallas, de las que habían abusado durante estos meses encerrados en casa.
Pero, ¿la situación es ahora mejor? ¿De verdad hemos realizado esa desescalada, o la tecnología se ha hecho un hueco aún más grande en nuestros ratos de ocio?
Esa pregunta tendrá que contestarla cada familia, siendo un ejercicio muy positivo, ya que a veces no somos conscientes del abuso que hacemos de la tecnología hasta que nos ponemos a contar las horas que le dedicamos.
El pedagogo Gregorio libro, autor del libro «Sobre el arte de leer», alertaba de que «los niños con un vocabulario más rico son también los que tienen más libros en casa». A los 7 años, unos niños tienen un vocabulario de 7.000 palabras y otros de 3.000. La diferencia puede ampliarse hasta las 10.000 palabras cuatro años más tarde. «Los que tienen un vocabulario más rico son, además, los que viven sin dificultad la revolución intelectual que supone pasar, en torno a los 9 años (tercero de Primaria), de aprender a leer a aprender leyendo».
Fijémonos en la importancia que tiene tener un vocabulario amplio. Aprendemos leyendo, si no entendemos lo que leemos, el aprendizaje se dificultará enormemente. En este sentido, «el fracaso escolar es un fracaso linguístico», insiste Luri.
Bien, ahora lanzo otro reto: se trata de medir las horas que dedican nuestros hijos a la lectura durante sus ratos de ocio, y después lo compararlas con las horas que dedican a las pantallas.
El coste de oportunidad
No hay tiempo para todo, el día tiene 24 horas. Nuestros hijos duermen 8 de ellas, otras 8 están en el colegio. Hay que restar también el tiempo que dedican a desayunar, comer, cenar, ducharse, vestirse, hacer los deberes, ir a alguna clase extraescolar… ¿A qué dedican el resto de horas que les quedan libres?
Y lanzo esta pregunta para que reflexionemos sobre el coste de oportunidad que se desprende del hecho de que nuestros hijos prácticamente monopolicen sus ocio con las pantallas.
El coste de oportunidad es aquello a lo que renunciamos cuando tomamos una decisión. Aunque normalmente se suele utilizar en decisiones económicas, podemos aplicarlo en cualquier ámbito de nuestra vida.
Por ejemplo, si yo te pregunto: ¿por qué no le das a tu hijo de merendar un bollo cada día? Seguramente tu respuesta sea: porque un bollo no es saludable, tiene muchas grasas saturadas, aceites refinados, azúcar… Bien, pero, ¿por qué solo pensamos en lo malo que les aporta el bollo y no en lo bueno que dejamos de aportarles? Es decir, dar un bollo para merendar a nuestro hijo supone no darle fruta, por ejemplo, con la consecuente pérdida de oportunidad para tu hijo de consumir esos nutrientes y vitaminas que sí son necesarios, al contrario de las grasas y azúcares del bollo.
Algo similar ocurre con la tecnología. Si nuestros hijos pasan 3 horas por la tarde enganchados a la tableta, el problema ya no es solo el efecto negativo del abuso de las pantallas, sino también todo lo que se están perdiendo: hacer ejercicio al aire libre, socializar con otros niños, leer…
Cómo fomentar el gusto por la lectura en casa
Muchas madres y padres insisten en que a sus hijos no les gusta leer. Te damos algunas claves para que, desde pequeño, fomentes el amor por la lectura en tus hijos:
- Esforzarnos por crear hábitos: un momento al día para la higiene, para el sueño, para el ocio, para el deporte… y también para la lectura.
- Dar ejemplo: que los adultos de la familia lean es básico. Los niños aprenden por imitación.
- Que los libros que haya en casa estén a la vista y al alcance de todos.
- Leer en voz alta, en familia. De dos en dos, en grupo… o por turnos.
- Hablar de libros. Recomendar libros. Regalar libros, intercambiar libros…
- Ofrecer libros acordes a su edad y momento lector. Si no entienden lo que leen, se frustrarán y no querrán seguir leyendo.
- Sugerir y no imponer.
- Crear una pequeña biblioteca en casa. El salón, el cuarto o el baño…; cualquier lugar es bueno.