El discurso del odio es un virus que contamina, hoy más que nunca, nuestras sociedades. Ya sea con pequeños gestos o a través de grandes campañas, estamos rodeados de comportamientos que incitan a la violencia y a la discriminación de determinados colectivos.
Este virus se contagia con mayor rapidez gracias a las redes sociales, ya que internet favorece el anonimato, lo que hace que los agresores se sientan protegidos. Haters, trols, flamers... diferentes acepciones para denominar a aquellas personas que utilizan internet para lanzar mensajes atacando a ciertos individuos o colectivos.
Pero, ¿están nuestros hijos a salvo de estas prácticas? Y no nos referimos solo a sufrirlas, sino a participar de ellas. Te proponemos que, antes de seguir leyendo, veas este vídeo. Es un buen punto de partida.
Este vídeo forma parte de la campaña Por un uso Love de la tecnología de Orange, que pretende concienciar a los más jóvenes del daño que producen este tipo de prácticas. Y es que son ellos los que más probabilidades tienen, no solo de sufrir las consecuencias del discurso del odio, sino de ejercerlo. Una reciente investigación de Fad (Fundación de ayuda contra la drogadicción) señala que un 34% de los jóvenes afirma haber sufrido algún tipo de maltrato por internet o redes sociales (bromas personales que no gustan, actos de exclusión, insultos, amenazas…), un 9,2% reconoce haber sido él o ella la persona que ha ejercido tal tipo de maltrato, y un 38,1% señala haber visto, en el último año, páginas donde la gente publica mensajes que atacan a ciertos individuos o colectivos.
¿Qué podemos hacer las madres y padres para evitar este tipo de comportamientos en nuestros hijos? ¿Y para protegerles de ellos? De esto hemos hablamos con el doctor en psicobiología, profesor de Psicología y Criminología y autor del libro ‘Educar en la empatía’ Luis Moya Albiol.
- En la campaña Por un uso Love de la tecnología queda reflejado que somos capaces de decir cosas en redes que no seríamos capaces de decir a la cara. ¿Por qué ocurre esto?,¿No somos conscientes de daño que hacemos al darle al botón de publicar?
Lo que ocurre en redes es que el anonimato, la lejanía física… impiden al «acosador» obtener información de la otra persona y para empatizar con ella necesitaría tenerla. Cuando esto ocurre cara a cara, el rostro de la persona que está recibiendo los ataques expresa emociones de miedo, tristeza… Estos gestos hacen que la otra persona se ponga en nuestra piel y deje de verter ese tipo de comentarios hirientes. En la mayoría de confrontaciones, si una persona se muestra sumisa, la otra va a dejar de agredir. En las redes sociales no tenemos esas señales. Ni siquiera vemos quién hay detrás, lo que facilita la agresión, porque no vemos las consecuencias de nuestro comportamiento.
- Las redes son un entorno relativamente novedoso. ¿Sabemos las madres y padres educar en un uso positivo y responsable, o desconocemos cómo hacerlo?
Estamos intentando adaptarnos. El entono digital ha cambiado mucho en poco tiempo. Haría falta ofrecer formación a la población en general de cómo utilizar las redes. Y, por otra parte, un control. Tenemos que supervisar el uso que hacen los menores hasta que veamos que son capaces de autogestionarlas ellos por sí solos. Y trasladar la educación emocional también a las redes. Tenemos que explicar a nuestros hijos e hijos que cuando están en internet, detrás de esa pantalla hay personas de carne y hueso que sienten igual que ellos. Hacer que se pongan en el lugar de las personas que reciben esos mensajes es un buen ejercicio. La empatía se trabaja, se puede educar. Por otra parte, la tarea no corresponde solo a madres y padres. Debe ser transversal. Es difícil que eduquemos a nuestros hijos en un uso responsable de las redes cuando están constantemente viendo a nuestros modelos sociales, políticos… infravalorando, humillando y haciendo daños a través de sus mensajes.
- ¿Qué podemos hacer las madres y padres para prevenir este tipo de comportamientos en nuestros hijos?
Para mi la clave es la comunicación abierta. Establecer un canal de comunicación fluido con ellos para poder conocer cómo entienden nuestros hijos la realidad, cómo la viven. Para poder hablar con ellos de estos temas. Y sobre todo, educar en la empatía. Lo contrario al odio es la empatía. Es fundamental que enseñemos a nuestros hijos desde que son pequeños a ponerse en el lugar del otro. Pero también hay que enseñarles el sentido de la justicia, para que, en caso de que presencien este tipo de agresiones las denuncien, las paren, no continúen la cadena. A veces no son ellos los que lo inician este tipo discursos, pero los comparten. En este sentido hay que enseñarles que no hacer nada es participar. Es como cuando se da un caso de bullying en el aula, el espectador pasivo también es parte de este problema.
- ¿Qué deberíamos hacer como sociedad para acabar con este tipo de prácticas?
Debemos pensar qué modelo queremos ser para esas futuras generaciones. Los menores ven e integran. Por eso, cada individuo debería hacerse esta pregunta: ¿qué quiero transmitir a las futuras generaciones? ¿Odio o respeto? Y debemos exigir a las personas que nos representan que controlen sus comportamientos y actitudes, porque de alguna forma, son referente para muchas otras personas.
- ¿El discurso del odio en la red puede trascender a la vida real?
La red es parte de nuestra vida. No podemos pensar que lo que ocurre en la red se queda en la red. Por eso este tipo de prácticas son tan peligrosas, porque transcienden a la vida «real». Pero yo soy muy optimista. En la red circulan este tipo de mensajes, pero también circulan otros, como son los solidarios, los altruistas…. En definitiva, hay muchísima gente que utiliza las redes para ayudar a otras personas. Y esto también refleja lo que somos, pero lo violento, agresivo se ve más, es noticia. Pero son más las personas que hacen un buen eso de la tecnología, sin duda.
- Has señalado que lo contrario al odio es la empatía y que esta puede ser la herramienta definitiva para acabar con este tipo de prácticas. ¿Cómo conseguimos sociedades más empáticas en un mundo cada vez más individualista?
Trabajando la empatía desde la escuela, desde los tres años, y dándole más importancia a la educación emocional. Y educar en la empatía se hace a través de dos caminos: educar al yo (educar en la generosidad, en la solidaridad, en el respeto, la asertividad, el control de impulsos…) y educar en las relaciones con los demás (equidad, igualdad, diversidad…). Se puede hacer a través del juego cooperativo, de los espacios empáticos… El teatro, por ejemplo, es una actividad que obliga a los niños a ponerse en el lugar de otros.
En los adultos también se puede trabajar este cambio. Yo empezaría cambiando los modelos de empresa y organizaciones. Si la competición es la forma de lograr un puesto de poder en la empresa, la gente lo va a utilizar en mayor medida. Sin embargo, está demostrado que las empresas que empiezan a despuntar son aquellas que utilizan el modelo cooperativo, con líderes empáticos.
El fin definitivo de este tipo de prácticas pasa por la educación. Mientras esto llegue, conviene recordar que la ley ampara a las víctimas. Difundir ciertos discursos en internet constituye un delito de odio que está penado por el Código Penal. El primero paso es denunciar ante los Cuerpos de Seguridad del Estado.