¿Sabías que 1 de cada 3 adolescentes sufre violencia de género? ¿Y que los niños a partir de los diez años ya consumen pornografía? Sobre los falsos mitos del amor romántico, cómo educamos de forma diferente a chicos y chicas y las consecuencias que esto tiene en la autoestima de ellas o algunas claves para detectar la violencia de género en la adolescencia habló Marina Marroquí en un evento Gestionando hijos.
La educadora social y víctima de violencia de género en la adolescencia dio una magistral y divertida ponencia (a pesar de la gravedad del tema) que llamó Eso no es amor, como el libro que publicó hace un par de años y que sirve de manual para los talleres que imparte en colegios e institutos de toda España.
Comienza Marina en el escenario haciendo una radiografía del panorama actual: “1 de cada 3 adolescentes sufre violencia de género”. En mujeres adultas es la misma estadística, pero como señala la educadora social, “pensamos que esta nueva generación, con la educación, iba a ser igualitaria, tolerante, ya no iba a existir el racismo ni la homofobia… Y nos hemos llevado un chasco. Tienen un machismo agresivo que nos está dando mucho miedo a todos”.
Uno de los factores que provoca que en la sociedad sigamos arrastrando estos valores machistas y que a las chicas nos predisponga a sufrir violencia de género es “la idea del amor romántico, que no nos permite ver las primeras señales del maltrato. La única línea roja que hemos puesto es que ‘si te pega, no te quiere’, pero es que cuando la violencia física llega, ya sabemos que llegamos tarde”, explica la educadora social.
Violencia de género en la adolescencia
Marina Marroquí trabaja mucho con adolescentes, imparte talleres para la prevención y detección precoz de violencia de género, y cuenta que lo primero que les pide cuando llega a una clase es que “describan su persona ideal, con cinco cualidades físicas y cinco cualidades de personalidad (la personalidad es importante porque si no yo no me hubiera comido un torrao)”, dice con mucha gracia haciendo reír al público. Entonces, enseña en la pantalla del teatro algunos de los dibujos que han hecho adolescentes de 13 años en sus talleres y la lista con las cualidades físicas y de personalidad. Entre las cualidades de personalidad que tiene que tener su chico o chica ideal, las chicas ponen algunas como “que tenga su punto de chulo”, “celoso” (imaginaos mi cara cuando veo ‘celoso’, dice Marina). Los chicos, por su parte, escriben cualidades como “guarra con el novio”, “ninfómana”, “sumisa”.
“Esto es una bomba de relojería, fijaos con qué ideal parten… Al final, la desigualdad nos sigue educando”, expresa Marina y cuenta la siguiente anécdota: “Hay veces que se acercan mujeres a mí de 70-80 años y me dicen que parece que hay más machismo ahora que cuando ellas eran jóvenes, y por desgracia, les tengo que dar la razón. Es cierto que, a nivel educativo y a nivel de familias, el esfuerzo está siendo gigantesco. Ya los padres intentan medir sus actitudes y sus conductas para que su educación sea lo más igualitaria posible, pero sin embargo, seguramente en la adolescencia de esa señora no se permitirían según qué películas, según qué programas de televisión o según qué canciones”.
En la adolescencia parece que importa muchísimo más el influencer o el cantante que te guste. Y esa influencia pasa porque, según Marina, “no despertamos una mentalidad crítica, no les enseñamos a canalizar y gestionar toda la información que reciben ni a conocer los peligros que corren”.
La autoestima y los falsos mitos del amor romántico
A continuación, la educadora social expone dos grandes triunfos para que siga funcionando el machismo y la violencia de género siga siendo “la gran lacra social”, como dice ella. El primero es que “se educa a los chicos y chicas de manera muy diferente. Un gran falso mito de la violencia de género que se centra en por qué las mujeres caen en violencia de género es, dicen, porque las mujeres tienen baja autoestima. En esta sociedad, ¿qué mujer puede decir que no la tiene? Porque a nivel de autoestima, se nos educa a chicos y a chicas de manera muy diferente. Mientras al chico se le educa una autoestima interna, de eres fuerte, eres valiente, eres inteligente, tú puedes; a las mujeres se nos educa desde la infancia en una autoestima externa: tienes que ser dulce, tienes que ser cariñosa, tienes que ser muy guapa. Toda persona educada en esta autoestima es vulnerable a que se la destruya”, añade.
Relacionado con la manera de educar, Marina nos abre los ojos en cuanto cómo virtudes para un chico pueden convertirse en defectos para una chica: “Si un chico sabe hablar mucho, manejar grupos… es un líder nato. Ella, una mandona. Muchas veces anulamos virtudes simplemente porque son en femenino”, dice con mucha razón.
De ahí, Marina pasa al segundo triunfo: los falsos mitos del amor romántico. “Yo lo llamo más bien maltrato romántico”, dice. “Me encanta cómo educan en el amor a los hombres, creo que es la manera en la que se debe educar en el amor: El amor es estar muy a gusto, muy feliz y muy bien con una persona. Y si eso empeora, pasa o ya no eres tan feliz, se rompe y buscas la felicidad. A las mujeres no. A las mujeres nos educan en que si algo no funciona es que estarás haciendo algo mal, aguanta y cambia. A todas nos han dicho, ‘el amor vale la pena’, ‘quien bien te quiere te hará llorar’, ‘el que no tiene celos no está enamorado’… Son trampas envenenadas, subraya.
Música y machismo no es solo reguetón, dice Marina: “Cuántas canciones hay de ‘prefiero morir a tu lado que vivir sin ti’, ‘por amor sería capaz de morir en tu cama, toda entera y tuya aunque mi vida corra peligro’. ¿Cuántas? Vivimos el amor de manera muy diferente.
Mientras a nosotras se nos educa en ese amor intenso, de aguantar por amor, y que cuando te enamoras sabes que es tu media naranja y va a ser siempre, etc., los niños consumen pornografía diariamente a partir de los 10 años. Después, ellos comienzan sus relaciones sentimentales y sexuales a partir de los 13 y el sistema educativo les enseña a ponerse un preservativo a los 16. Llegamos tarde y mal. Tienen toda la información a su alcance, pero no les estamos enseñando a gestionar. Ahora mismo, lo que les está enseñando a cómo tener relaciones entre parejas es la pornografía”, lamenta la ilicitana.
“No enseñamos a nuestros hijos a que no se puede perdonar lo imperdonable”
En la última parte de su ponencia, Marroquí cuenta su experiencia personal. “La violencia de género es la última y la peor de estas consecuencias. Yo hice todo lo que no hay que hacer. A mí me humilló, me insultó, me pegó, me cortó, me quemó, me violó y me pegó otra vez. Yo pensaba que era amor y quería creer que era la persona que lloraba, lloraba y lloraba durante más de seis horas en mi ventana pidiendo perdón, y no la persona que perdía los nervios durante unos momentos. Y es que claro, a mí me habían enseñado que el amor todo lo podía y que si te piden perdón, es de buenas personas perdonar. Pero no enseñamos a nuestros hijos a que no se puede perdonar lo imperdonable”.
Pregunta al aire Marina “¿Qué no perdonarías por amor?” Dice que hace esta pregunta a todo el mundo: adolescentes, a adultos, profesionales… “y siempre salen dos únicas respuestas: si te pega o si te pone los cuernos. Tenemos la línea a tomar por saco. Parece que es el único motivo”.
Continúa relatando su historia: “Yo soy el ejemplo a no seguir porque yo no denuncié, yo no se lo dije a nadie, en mi familia ese nombre jamás se volvió a pronunciar. Con los años me di cuenta de que no puedes huir. Sigues teniendo miedo y las pesadillas te siguen atormentando. Hasta que se le pone nombre. Tardé 5 años en decir la palabra maltrato en voz alta y un poco más en llamarle maltratador”.
Claves para la detección de la violencia de género
Para finalizar, Marina intenta dar unas pautas o claves a los asistentes: ¿Cómo reconozco que es un maltratador? “En realidad, las primeras personas en detectarlo vais a ser vosotros, porque:
- enseguida va a cambiar su modo de vestir, enseguida va a centrar sus aficiones en la suyas, va a dejar de ir con sus amigas de siempre para centrarse únicamente en él. Vosotros tenéis el peor papel, el más duro. Yo sufrí todo eso pero, sinceramente, creo que sufrieron más mis padres.
- El maltratador necesita destrozar todas las ocasiones especiales, todo momento de felicidad, lo va a estropear. Vamos a hacerlo para que él tenga la culpa de estropear esa felicidad, aumentando al máximo el ocio, teniendo muchos tiempo divertidos”, porque, dice Marroquí, que sentando a tu hija y gritarle ‘¿Es que no ves lo que te está haciendo?’ o cosas del estilo, no solo no van a funcionar sino que van a empeorar la situación.
- “El maltratador no es un violento. Mi maltratador era voluntario de una ONG y ayudaba a cruzar a todas las abuelitas de la calle. El maltratador son tres palabras clave: manipulador, chantajista y victimista profesional”.
- Tener presente el termómetro que ha hecho que mide la violencia de género, algo objetivo que le haga pensar en la relación en la que está.
Concluye Marina Marroquí su maravillosa ponencia sobre la violencia de género en la adolescencia haciendo hincapié en la importancia de la prevención: “Si yo salí es porque mi familia siempre estuvo ahí. No puedes evitar que caiga, pero sí que salga lo antes posible y con las mínimas secuelas posibles. ¿Cómo? Educando desde el minuto uno en las 3 C: Comprensión, Comunicación y Confianza. Tiene que conseguir hablar con vosotros absolutamente de todo para que en el momento en que estas primeras señales aparezcan, vosotros podáis rescatarlas de ese pozo”.