Seguro que ahora que las madres y padres estamos haciendo el papel de docentes en casa se nos planta este dilema: ¿cómo les motivo?, ¿Cómo consigo que se esfuercen en sus tareas escolares sin tener que estar todo el día detrás de ellos? Para responder a estas peguntas recurrimos al experimento educativo que llevó a cabo la psicóloga de la universidad de Standford Carol Dweck. Hablamos del experimento del puzle.
Se trata de un experimento realizado con 400 estudiantes. A todos ellos se les dio un puzle. Cuando lo terminaron, a la mitad de ellos se les alabó por su inteligencia («¡Qué listo eres!») y a la otra mitad por su esfuerzo («Has trabajado muy duro y te has esforzado»). Después, se les pidió elegir un segundo test entre dos opciones: uno de ellos era parecido al primero y no les costaría demasiado y el otro era algo más complicado pero sería una gran oportunidad para aprender más. ¿Adivináis qué opción eligió el 67% de los chicos alabados por su inteligencia? La opción más fácil. Sin embargo, el 92% de los que fueron elogiados por su esfuerzo eligió la opción que suponía un reto. La autora del estudio, Carol Dweck, lo explica así: estos chicos alabados por su inteligencia pensarían: «Oh, piensan que soy brillante. Por eso me admiran y valoran. Más vale que no haga nada que ponga en peligro esta evaluación«, es decir: eligen la opción fácil porque les permite obtener un buen resultado y seguir siendo considerado inteligente, lo cual limita el crecimiento de sus talentos. Sin embargo, los chicos cuyo esfuerzo se reconoció entendían que lo importante era «el proceso de crecimiento».
Un cambio radical de perspectiva sobre el esfuerzo y la inteligencia
Como señala Matthew Syed en BBC, «este estudio revela un punto de vista radicalmente nuevo sobre cómo implicamos a nuestros hijos -deberíamos alabar el esfuerzo, nunca el talento, que tendríamos que enseñar a nuestros hijos a ver los retos como oportunidades de aprendizaje en lugar de verlos como amenazas y que deberíamos enfatizar cómo las habilidades pueden transformarse».
Si quieres aplicar este cambio radical en tu día a día, te damos algunas claves:
- Evitar obsesionarse por el resultado y poner el foco en la actitud, el interés y el esfuerzo de nuestros hijos al realizar alguna tarea o afrontar algún reto.
- Resistirse a poner etiquetas que, aunque nos parezcan muy positivas, puedan limitar el interés de nuestros hijos por afrontar nuevos retos. Ya hemos leído que los estudiantes alabados por su inteligencia no querían perder su estatus y por tanto evitaban afrontar retos más complicados.
- Transmitir el gusto por esforzarse y hacer las cosas con ganas e interés y ser ejemplo en este sentido.
- En esta nueva perspectiva, el error no es un fracaso, sino una oportunidad para poner a prueba nuestro esfuerzo y ejercitar nuestras habilidades e inteligencia.
- Ser ejemplo de esfuerzo. Contarles a nuestros hijos lo que nos han costado algunos de nuestros logros, mostrar que no nos rendimos aunque nos cueste.
Por qué es importante que nos esforcemos
Entender que para lograr algo debemos trabajar mucho y no desistir a la primera nos ayuda a persistir, a creer que podremos lograrlo, a tratar de superarnos, de aprender, de mejorar. Si no entendemos lo necesario que es el esfuerzo, no aprenderemos demasiado, no nos moveremos mucho del sitio en el que estamos, no aportaremos nada muy significativo y viviremos a medias y, probablemente, frustrados por haber conseguido poco. Seguro que no es esto lo que queremos para nuestros hijos.
Además, como dice siempre el pedagogo Gregorio Luri, «en las pruebas de PISA los resultados de los alumnos españoles son del nivel de los mejores al inicio de la prueba y empeoran según la prueba avanza. Lo que demuestra que la perseverancia es el factor decisivo para el éxito escolar», entendiendo la perseverancia como el esfuerzo mantenido en el tiempo.
Los éxitos cuestan esfuerzo
El experto en talento y liderazgo Fernando Botella subraya que un atleta se prepara 4 años para 90 segundos de competición. O que Pablo Picasso llegó a decir “pintar como los niños me llevó toda la vida”. También nos contaba el neurospicólogo Álvaro Bilbao que “Miguel Ángel estuvo cuatro años con el cincel para poder sacar esa estatua de la roca”, refiriéndose al David, o Einstein “tardó casi 20 años en desarrollar una fórmula que cualquier niño puede copiar en un cuaderno”. Son historias que demuestran la importancia del esfuerzo mantenido en el tiempo, la perseverancia, para alcanzar nuestros objetivos y crecer.
Este es sin duda un muy buen aprendizaje educativo.