Reconozco que en casa somos muy techies. Nos gusta estar al día de todas las novedades tecnológicas y, cuando salió el dispositivo Alexa, fuimos rápidamente a comprarlo. Me encantaba pedirle una canción y que me la pusiera o preguntarle el tiempo que iba a hacer al día siguiente para elegir bien la ropa que iba a ponerme. Pronto descubrimos que si le pedíamos que nos contara un chiste, así lo hacía. A mi hijo Álvaro de 5 años esto le hizo mucha gracia y, cada vez que llegaba del cole, le pedía a Alexa que le contase uno.
Un día estábamos en casa con unos amigos y nos surgió una duda: el año en que España perdió Filipinas. Yo cogí mi móvil y abrí Google. Uno de nuestros amigos dijo en voz alta: Alexa, ¿en qué año perdió España Filipinas?
¡Qué buena idea, cómo no se me había ocurrido! De nuevo Alexa me sorprendía facilitándonos la vida. Esto me hizo encontrarle a nuestra nueva inquilina un nuevo uso. Un uso que no dudé en utilizar con Álvaro, mi hijo.
Como a él interactuar con Alexa le hace mucha gracia y le parece un juego, decidí aprovechar la coyuntura para que su “nueva amiguita” le enseñase cosas. Y así hacemos, todos los días le preguntamos algo que no sepamos a Alexa. Ayer, por ejemplo, le preguntamos por qué las jirafas tienen un cuello tan largo. ¡Maravilloso descubrimiento!