El proceso de subir una fotografía propia a redes sociales suele marcarse por hacerse unas 50 fotos, elegir una o dos de entre todas las sacadas, editarlas, buscar o pensar un texto atractivo que acompañe a la imagen, y darle a publicar. Todo este proceso puede alargarse un buen rato, el pack tiene que ser perfecto.
Nosotros lo hacemos, y nuestros hijos e hijas también.
Cada vez que repiten este proceso contribuyen a la formación de su propio avatar virtual, una imagen de sí mismos de la que poco a poco se van enamorando si ven el refuerzo externo en forma de likes. Pero están creando esta imagen virtual sin haber educado su mirada primero. Y esto es muy peligroso. Vamos a contaros el porqué con un caso muy interesante: lo que ocurrió en Bután.
El caso de Bután
Es probable que no hayáis oído hablar nunca de Bután, uno de los países más pequeños del planeta, situado en el sur de Asia, en la cordillera del Himalaya. El caso de este país es muy interesante ya que decidió medir su bienestar con un indicador de Felicidad Interior Bruta, algo similar a indicadores clásicos como el PIB (Producto Interior Bruto), pero que tenía como objeto la felicidad de sus habitantes.
Durante muchísimos años Bután ha sido considerado como uno de los países más felices de todo el planeta. Pero lo que realmente llama la atención sobre este país es lo que cuenta el filósofo José Carlos Ruiz en su libro “El Arte de Pensar”.
En el año 2000 llegó la televisión a este pequeño país asiático, pero no se predispuso a la ciudadanía a una educación visual previa, y los cambios que se produjeron fueron muy notables. José Carlos Ruiz así lo explica en su libro:
“La mujer de Bután tenía el rol de mujer fuerte, capaz de colaborar con las tareas de agricultura y ganadería, salía de su hogar para ayudar, al mismo tiempo que sacaba a la familia adelante. Los hombres de Bután se enamoraban de ese perfil de mujer. De repente empiezan a consumir televisión. Una invasión de pantallas para la que sus ciudadanos no estaban preparados. A los hombres de Bután dejaron de gustarles sus mujeres, y el modelo estético y social de mujer que tenía se quedó desfasado. Las mujeres también dejaron de sentirse guapas al compararse con las modelos y actrices que emergían de las pantallas”.
El pensamiento crítico audiovisual
El caso de Bután ilustra perfectamente cómo lo visual influye muchísimo más que otros medios a la hora de escenificar el concepto de belleza o el de felicidad. Tras la introducción de la televisión en Bután, el índice de felicidad cayó significativamente, los divorcios se dispararon y el alcohol y las drogas se convirtieron en un problema grave en el país. Cuando hicieron el análisis para ver qué había ocurrido, llegaron a la conclusión de que lo visual había condicionado el modelo de felicidad de sus habitantes.
¿Y por qué os contamos esta historia? Pues porque viendo este ejemplo a gran escala podemos abstraer cuáles son las consecuencias de la exposición continuada a ideales virtuales sin una educación previa de la mirada, del pensamiento crítico.
Los ideales virtuales en redes sociales
Los ideales de belleza han ido cambiando a lo largo de la historia, al igual que las modas. Y siempre ha habido referentes que reflejaban ese ideal de belleza: en el arte, en la música, en el cine o en las portadas de las revistas, dependiendo de la época.
En la actualidad esos referentes llegan hasta los ojos de nuestros hijos e hijas sobre todo a través de redes sociales, y muchos de ellos son personas que se han construido una identidad ficticia muy alejada de la realidad.
Respecto a esto, José Carlos Ruiz advierte que “estamos dejando que ellos creen una imagen virtual sin educar su mirada”. Y las consecuencias son cada vez más evidentes, “aumentan enfermedades como la anorexia o la bulimia porque, entre otros factores, no tenemos la capacidad de analizar debidamente las imágenes. Aumentan las depresiones y el estado de insatisfacción cuando consumimos imágenes virtuales retocadas con programas de ordenador, donde todo el mundo es perfecto y aparenta llevar una vida idílica”.
Cómo educar la mirada de nuestros hijos
José Carlos Ruiz nos insta a educar a nuestros hijos en el pensamiento crítico, a dotarles del «armazón intelectual» antes de dejarles ante una pantalla. De esta forma, nuestros hijos serán mucho menos vulnerables a ellas. Pero, ¿cómo lo conseguimos?
El profesor de filosofía hace hincapié en que “si conseguimos que sean capaces de discernir lo que es real de lo que es virtual, solucionamos una gran parte de su autoestima virtual”.
José Carlos recalca que “Instagram es una red social que bien utilizada puede ser muy útil, pero que mal utilizada puede despertar muchísima ansiedad y estrés en los adolescentes y pre adolescentes. Por eso hay asegurarse que cuando nuestros hijos se hacen una cuenta en Instagram tienen muy claro cuáles son los objetivos que persiguen y tienen criterio propio”.
Por estos motivos es tan importante que desde bien pequeños les ayudemos a analizar las imágenes que ven en las pantallas, con especial hincapié en las que ven a través de redes sociales (sobre todo en Instagram, como principal red social basada en el culto a la imagen), que les enseñemos la distinción entre “compartir” su vida en redes sociales y “exhibirse”, así como que les ayudemos a que aquello que consumen de forma virtual no les acabe afectando a su “yo” real.