¿Has oído hablar alguna vez de las madres y padres helicóptero? El término se acuñó en EEUU y hace referencia aquellos que por miedo a que sus hijos sufran, intentan evitarles cualquier peligro, cualquier contratiempo.
No es de extrañar, por tanto, que en este momento que estamos viviendo, marcado por el Covid-19, nuestros miedos hayan aumentado: miedo al contagio, miedo al futuro incierto… y por tanto, haya más madres y padres con las hélices puestas, sobrevolando todo el día por encima de sus hijos.
¿Soy yo una madre o padre helicóptero?
Todas las madres y padres tenemos miedo. No queremos que nuestros hijos sufran y, por tanto, sentimos miedo. Pero una cosa es tener miedo y otra es dejar que este guíe nuestra forma de educar, de relacionarnos con nuestros hijos.
Las psicóloga María Jesús Álava Reyes define así la sobreprotección: «sobreproteger es tratar a los niños como si fueran mucho más pequeños de lo que son. Los padres hacen las cosas que ellos ya podrían hacer». Por tanto, no se trata de dejar solo a nuestro hijo ante situaciones en las que él no podría desenvolverse (eso sería desproteger), sino resolver por sistema todos los problemas que se le plantean, aún cuando ya pueden resolverlos él solo. Si te ves reflejado o reflejado en este panorama te recomendamos que veas este vídeo. En ñel María Jesús Álava nos da más detalles sobre la sobreprotección.
¿Por qué caemos en la sobreprotección?
Hay varias razones que explican por qué padres y madres de hoy en día tendemos a sobreproteger, y muchas tienen que ver con el contexto social en el que educamos.
- Tenemos miedo a que cometan errores o a que sufran o porque pensamos que no están tan bien preparados. Y no nos damos cuenta de que la solución no es quitarles las piedras del camino, sino prepararles para que ellos sepan esquivarlas. Habrá algún día en el que nosotros no estemos con ellos 24 horas. ¿Qué haremos entonces?
- En un mundo obsesionado por la perfección, el error es vivido como un fracaso. Ya nos lo decía la experta en talento Noelia López Cheda que «“cuando tú fallas, en esta sociedad tan hipercompetitiva, se cree que eres un fracasado y no queremos que nuestros hijos sean fracasados”.
- En estas vidas tan estresantes que vivimos, pasamos seguramente menos tiempo del que nos gustaría con nuestros hijos. Y esto nos lleva a sentirnos culpables, una culpa que tratamos de compensar resolviendo sus problemas, haciéndoles la vida mucho más fácil y colmándolos de regalos y cosas materiales.
- A causa de estas vidas tan estresantes, no nos queda tiempo para dejar que nuestros hijos aprendan de manera autónoma y a su ritmo. En el momento en el que ellos empiezan a pedirnos ser más autónomos, quizá a nosotros ya no nos viene tan bien. Queremos rapidez, pulcritud, cosas para las que ahora no están preparados. ¿Cuantos de nosotros no les atamos los cordones o vestimos a nuestros hijos porque nosotros lo hacemos más rápido que ellos?
- Queremos educar de una manera diferente a cómo lo han hecho nuestros padres o abuelos, que vivían en el momento del autoritarismo, y nos hemos ido al otro extremo. La periodista Eva Millet, autoira del libro ‘Hiperpaternidad’, resumía ese cambio de estilo educativo de una manera muy ilustrativa: «Hemos pasado del niño mueble al niño altar, del culto a los ancestros al culto al descendiente. El niño más que nunca es el rey de la casa, sabe que se le da todo. Y los padres están supeditados a los deseos del niño”.
¿Qué efectos tiene en nuestros hijos la sobreprotección?
Quizá esta sea la pregunta qué tenemos que hacernos para evitar caer en la sobreprotección. Porque, como es lógico, la sobreprotección es un problema que afecta a las madres y padres pero que tiene consecuencias sobre los hijos. Las principales son estas:
- La sobreprotección puede matar la valentía y las ganas de afrontar retos de nuestros hijos. Como decía Eva Millet, el mensaje principal que reciben nuestros hijos cuando les sobreprotegemos es que ellos no pueden. Si hacemos tareas que ya podrían hacer ellos, siempre que tienen un problema se lo solucionamos… ¿qué mensaje les estamos transmitiendo?
- La sobreprotección hace que nuestros hijos sean menos felices, pues, como dice la psicóloga Silvia Álava, “la felicidad está muy ligada al sentimiento de capacidad, no a tener cosas”. Y si sobreprotegemos a nuestros hijos les estamos impidiendo sentirse capaces. Si no fomentamos que los hijos hagan las cosas por sí mismos, no se sentirán capaces y no se valorarán.
- La sobreprotección impide a nuestros hijos aprender, porque no les dejamos cometer errores. Noelia López-Cheda lamentaba que “nos estamos olvidando de que cuando nuestros hijos prueban y fallan, aprenden. Y cuando prueban y aciertan se llevan un chute de autoestima”.
- Los padres que sobreprotegen a sus hijos no disfrutan, están todo el tiempo en tensión.
- La sobreprotección fomenta que nuestros hijos no se responsabilicen de sus actos y no sean protagonistas de su propia vida, porque siempre le estamos sacando las castañas del fuego.
Claves para evitar sobreproteger a nuestros hijos
¿Quieres dejar de sobreproteger a tus hijos? Aquí te ofrecemos algunas claves para empezar:
- Entender que, por mucho que nos lo traten de vender, la perfección no existe y nuestros hijos no necesitan ser perfectos para ser felices.
- Ver el error y los problemas como oportunidades de aprendizaje. Si les resolvemos los problemas, si corregimos sus errores o hacemos deprisa los deberes para evitarles un conflicto con el profesor no aprenderán a rectificar o a reflexionar sobre sus actos. Podemos fomentar que piensen por sí mismos, que reflexionen sobre las consecuencias de sus actos y que piensen soluciones a sus problemas. En definitiva, si les resolvemos los problemas, nosotros nos convertiremos en su mayor problema.
- Dejar que tomen decisiones y vivan las consecuencias de sus actos. Para responsabilizar a nuestros hijos e hijas es necesario que tomen sus propias decisiones, y para que tomen decisiones, debemos aprovechar las innumerables situaciones cotidianas. Habrá cosas sobre las que aún no puedan elegir (cómo si quieren acostarse a las 10 o a las 12, pero habrá otras sobre las que sí).
- Confiar en su capacidad. Tus hijos han demostrado su capacidad para andar cuando tocaba, dejar el chupete o el pañal cuando tocaba, hablar cuando estaba preparado… Nuestros hijos pueden y quieren aprender y progresar. Los adultos debemos confiar en ellos.
- Recordar que los niños son felices al superar retos, aprender y ser autónomos. Seguro que si recuerdas tu infancia redescubrirás que tu felicidad venía de la idea de sentirte capaz y autónomo, además de querido y escuchado, y no de tener miles de regalos o a tus padres dictándote la solución a cada uno de tus problemas.
- Empezar a conquistar su autonomía poco a poco. Hay muchos gestos diarios que podemos fomentar: que a partir de ahora lleven su mochila, que colaboren en recoger el desayuno, que piensen cómo solucionar sus conflictos en el parque o el colegio…