¿Has oído hablar del Phubbing? Es un concepto nuevo, que ha surgido como consecuencia del tiempo que pasamos «enganchados» al móvil. Hace referencia al acto de ignorar a la persona que tenemos al lado por estar demasiado pendientes de este dispositivo.
Y, aunque es algo muy común entre los jóvenes, los adultos también lo cometemos, no solo con otros adultos, sino con nuestros propios hijos. 1 de cada 3 padres admite abusar de la tecnología, aún en presencia de sus hijos. Lo curioso es que no nos damos cuenta hasta que no nos lo presentan de una forma muy evidente. Como en este vídeo, extraído de la campaña ‘Por un uso Love de la tecnología’ de Orange.
Y ahora, piénsalo: ¿Cuantas veces hemos hecho Phubbing a alguien? Es algo que tenemos muy normalizado. Es común ver a grupos de amigos sentados en una terraza, cada uno mirando su propio móvil, sin interactuar con el resto. O parejas. Pero también se lo hacemos a nuestros propios hijos. Estamos en casa, con ellos, y no podemos evitar estar mandando Whatsapps o atentos a los mails del trabajo.
¿Qué consecuencias tiene el Phubbing en nuestra relación con los demás, concretamente con nuestros hijos? ¿Afecta a la calidad de nuestra comunicación? De esto hemos hablado con Alba Castellví, profesora, formadora de madres y padres y experta en comunicación positiva.
- Alba, 1 de cada 3 madres y padres admiten abusar de la tecnología estando presentes sus hijos. ¿cómo puede afectar esto a nuestra relación con ellos?
- ¿Qué debemos hacer para que las tecnologías no afecten a nuestra comunicación y, por tanto, a nuestra relación?
Debemos darles un lugar y un tiempo apropiados. Debe haber tiempos y espacios libres de móviles, por ejemplo la cocina o el salón. Es importante ser capaz de decidir en qué horarios vamos a usar las pantallas y en qué horarios no. Y tener presente que cuando juguemos con los hijos no deberíamos interrumpir ese tiempo para consultar o enviar mensajes. La calidad del tiempo que les dedicamos depende en gran parte de la atención que somos capaces de mantener durante ese tiempo. No es fácil hacerlo porque la tecnología es muy absorvente por atractiva, pero si queremos dar ejemplo de un buen uso con el fin de que nuestros hijos hagan un buen uso en el futuro, nos toca ser conscientes de lo que estamos haciendo y poner nuestros propios límites.
- A veces nos quejamos de que hablamos con nuestros hijos y no escuchan lo que les decimos. ¿Cómo debemos hablarles para que nos escuchen?
- Y al revés, ¿cómo debemos escucharles para que nos hablen?
- ¿Hasta que punto los conflictos con nuestros hijos se corregirían mejorando la forma en la que nos comunicamos con ellos?
La forma de comunicarse es lo que define toda una relación, ya sea con los hijos o con otras personas mayores. Mis talleres sobre comunicación en la pareja o en la empresa, por ejemplo, consiguen cambiar completamente las dinámicas relacionales en la familia o en el trabajo, y con ello el clima. Por tanto, casi todos los conflictos con los hijos se podrían evitar mejorando la comunicación con ellos. Una comunicación con menos órdenes directas, con menos repeticiones y con más refuerzos positivos es la clave para una educación serena. Se puede conseguir que los hijos hagan lo que deben sin repetirles las cosas mil veces, sin amenazas y sin alzar la voz. Pero hay que aprender, y los padres no nacemos enseñados. Nadie es dotado de una ciencia pedagógica infusa solo por haber tenido hijos: a ser un buen padre se aprende.
- Hay un momento en la relación con nuestros hijos que parece que solo nos dirigiéramos a ellos para darles órdenes o recriminarles lo que no han hecho… ¿Cómo podemos evitar llegar a esto?
A veces la relación se tuerce y ya sólo interactuamos en negativo, y entonces hay que revertirla. Pero para no llegar a este momento es bueno que los padres utilicen un truco: por cada cosa negativa que digan a sus hijos, decirles dos cosas positivas. En cuanto a las órdenes, en mi libro Educar sin gritar encontrarán muchas técnicas prácticas para conseguir que las cosas se hagan sin darles tantas órdenes.