Si pudiéramos presionar un botón que nos asegurara que nuestros hijos no volvieran a sufrir nunca, seguro que para muchos de nosotros un primer impulso nos gritaría: ¡púlsalo! Sin embargo, si nos paramos a pensar, ¿cómo creéis que se crece y se madura más? ¿Gracias a los buenos momentos, llenos de felicidad y alegría? ¿O enfrentando los malos y encontrando recursos para superarlos?
Ningún padre o madre desea el sufrimiento de su hijo, claro está. Pero tampoco ninguno puede evitarlo. Por eso es fundamental que nosotros, los adultos, proporcionemos herramientas a nuestros hijos e hijas para que aprendan a gestionar sus emociones. Todas ellas: las que consideramos positivas y las que, erróneamente, calificamos de negativas. Solo así serán capaces de madurar y convertirse en personas autónomas y capaces de autorregularse emocionalmente.
La psicóloga Begoña Ibarrola habló sobre este tema en el evento de Gestionando hijos, en el que explicó las claves para conseguir la regulación emocional, tanto en nuestros hijos, como en nosotros mismos.
Claves para la gestión emocional
1. Somos seres que sentimos y pensamos
Begoña Ibarrola comenzó indicándonos que debemos enseñar a nuestros hijos, e interiorizar nosotros mismos, que somos seres que sentimos desde antes de nacer, y también seres que pensamos. Con esto, Begoña Ibarrola quiso hacer hincapié en que muchas veces nos centramos en el desarrollo cognitivo de nuestros hijos e hijas, que está muy bien y es muy necesario, y dejamos a un lado el desarrollo y la gestión emocional.
2. La gestión emocional pasa por aprender a expresar lo que sentimos
Una de las claves que tenemos que entender es que “cada vez que sentimos una emoción, se produce un estado cuerpo-mente. Cada vez que vuestros hijos entran en pánico o tienen una pataleta, entran en un estado cuerpo-mente diferente al estado anterior, y eso les impulsa a actuar de una determinada manera dependiendo de la emoción que estén sintiendo”, aclara Begoña.
Cada una de las emociones que sentimos nos predispone a actuar de una determinada manera, por eso Begoña afirmó que “educar las emociones de nuestros hijos y las nuestras pasa por aprender a controlar, a regular esa expresión, a saber qué sí puedo hacer y qué no debo hacer para no hacer daño ni a los demás ni a mí”.
3. No hay emociones buenas y emociones malas
Como Begoña apuntó, hay emociones que consideramos como buenas y otras como malas, porque así lo hemos asimilado. Sin embargo, hay algo muy importante que debemos interiorizar y enseñar a nuestros hijos e hijas: “Todas las emociones son legítimas. Todas tienen algo que aportarnos, sino no vendríamos con ellas en el código genético. Lo que pasa es que hay que saber qué hacer con ellas”.
4. Los factores externos también influyen
Estas emociones a veces surgen a causa de factores externos, provocadas por otras personas, pero también podemos provocarnos emociones a nosotros mismos a través de los pensamientos y de los recuerdos. Begoña Ibarrola puso este ejemplo: “Llegan las Navidades y de repente te acuerdas de alguien que ya no está. Es como una nube que pasa por delante y cambia tu estado de ánimo. Puedes hacer dos cosas: compartirlo o no. Pero, si todos los demás lo están pasando bien, puede que no sea buen momento para hablar de alguien que se ha ido, habrá otros momentos”. Todo esto forma parte de la gestión emocional que queremos para nuestros hijos e hijas.
5. Una cosa es sentir y otra cosa es expresar
Por lo tanto, es fundamental enseñar a nuestros hijos que todas las emociones son legítimas y que no se pueden prever. Pero, también tenemos que tener siempre en cuenta que “sentir es una cosa y expresar es otra”. Y este punto es importantísimo, pues el desarrollo de la inteligencia emocional se concreta en la expresión, no en lo que sentimos.