El brote de coronavirus está trastocando nuestra vida de arriba a bajo. Las madres y padres hemos tenido que aprender a hacer malabares para cuidar a nuestros hijos, ayudarles con las tareas escolares y trabajar a tiempo completo. Pero hay más. Decidir “¿qué hay para cenar?”se ha convertido en otro reto diario. Antes de que esto ocurriera, la mayoría de las familias hacían la principal comida del día (el almuerzo) fuera de casa, los más pequeños en el comedor escolar. Ahora, en cambio, desayuno, comida, merienda y cena se hacen en casa.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “más del 30% de los niños españoles tiene sobrepeso u obesidad”. Ahora que comemos todos juntos en casa y que la elección del menú es solo nuestra, es más fácil decidir y controlar lo que comen nuestros hijos.
¿Qué estamos haciendo mal y cómo podríamos mejorarlo? La respuesta a esta pregunta nos la da Marian García (Boticaria García), Doctora en Farmacia, graduada en Nutrición Humana y Dietética, en una ponencia en el evento Gestionando hijos.
El azúcar, una de las principales causas de obesidad infantil
Boticaria García hace la siguiente pregunta a los asistentes: “¿Pensáis que el consumo de azúcar es un hábito saludable?”. Según el estudio de salud y bienestar en la infancia de DKV, el 92% dice que consumir azúcar no es saludable, pero un 8% dice que sí es saludable o muy saludable. Y Marián se queda con este último dato porque considera que aunque el 92% está muy bien, sigue habiendo un 8% que cree que el azúcar es bueno. Y esto es problemático.
Aclara entonces las diferencias entre azúcar y glucosa. “Nuestro cerebro no necesita azúcar añadido, necesita glucosa, y esta la puede conseguir de los hidratos de carbono: del pan, de la pasta, de los cereales. Y nuestro cuerpo, que es muy listo, escoge de los hidratos de carbono la glucosa y se la da al cerebro”.
¿Entonces no es saludable tomar azúcar? No. “Aparte de que el exceso de azúcar se transforma en grasa y se queda pegada en los riñones, cuando comemos azúcar, en nuestro cerebro se libera dopamina y esta lo que hace es crear un circuito de recompensa que lo que nos lleva es a querer comer más”, señala García, y pone de ejemplo cuando a nuestro niño le damos una palmera y después nos pide otra, mientras que cuando le damos una manzana y se la termina, por lo general, no quiere más. Eso es por la dopamina. Y aún hay más. El azúcar afecta a los riñones, el cerebro y “al intestino, porque el azúcar se carga las bacterias buenas”.
Un niño puede tomar 25 gramos de azúcar al día como máximo, y para hacernos una idea de cuánto es eso, Marián cuenta que “una lata de refresco tiene 33 gramos, con lo que ya nos habríamos pasado”.
Según el estudio de DKV, el 99% de los padres encuestados estaban seguros de que sus hijos tomaban menos de 25 gramos al día, pero otro dato que reveló la encuesta es que solo el 20% de los padres preguntados dijo que leía las etiquetas con frecuencia. “muchas veces pensamos que lo hacemos bien y no lo hacemos tan bien. Si no leemos las etiquetas, ¿cómo vamos a saber cuánto azúcar tiene o cómo de saludable es ese alimento?”, subraya Marian.
Para alimentarnos bien tenemos que leer las etiquetas
“No podemos educar bien a nuestros hijos en la alimentación si nosotros no leemos etiquetas”, afirma la nutricionista. Y aunque reconoce que parecen jeroglíficos del antiguo Egipto porque no hay quien las entienda, Marián insiste en su importancia y pide lo siguiente: “que vayáis con vuestros hijos al supermercado y les enseñéis a leer etiquetas. Sé que no es fácil en el día a día, pero igual que se va con ellos al parque o al cine, hay que ir al supermercado y enseñarles a leer etiquetas”.
Para enseñar a los más peques, unos trucos sencillos:
- “Todos los niños saben contar hasta 5. Si en un producto vemos que hay más de cinco ingredientes, podemos intuir que es un producto ultraprocesado y hay que dejarlo directamente en el cajón”, explica.
- “La regla de Portugal, la del verde y rojo” (enseñando una bandera de Portugal, que tiene estos colores). ¿Qué quiere decir esta regla? “La mitad de lo que tenemos que comer son frutas y verduras. Con rojo también cuenta lo naranja: las zanahorias, las calabazas, las mandarinas, etc. Hay que decirle a vuestros hijos que la mitad del carro tiene que ser rojo y verde”.
- Para los adolescentes, Marián propone explicarlo de una manera sencilla también, aunque dando un paso más. Con un semáforo en el escenario y la imagen de El Plato para comer Saludable de la Escuela de Salud Pública de Harvard, la experta fue explicando qué era cada color.
- Verde: “Son las frutas, las verduras, los cereales integrales, las proteínas saludables, que viene del pavo, del pescado, del pollo… En esto hay barra libre”, dice.
- Rojo: “Lo que tiene más de cinco ingredientes o lo que tiene mucho azúcar”.
- Ámbar: “Aquellos productos que no son ultraprocesados pero no son la mejor elección. Por ejemplo, si el aceite de elección sería el aceite de oliva, el ámbar sería el aceite de girasol; si la elección es el arroz integral, el ámbar sería el arroz blanco; y si la elección es el pollo, el pavo, las legumbres, los frutos secos, el pescado, etc., el ámbar sería el chuletón. No es rojo como el ultraprocesado, pero tenemos que tener precaución”, aclara.
Con la comida sí se juega
Para concluir su ponencia, Marián resalta que “con la comida sí se juega. Tenemos que llevar a los niños al supermercado, como cuando les llevamos a un museo, convertirlo en una actividad educativa más. Que elijan las frutas, las verduras. Así participan en la elección. Les podéis decir: ‘¿Qué preferís, merluza, lenguado, salmón?’ Ellos tienen que ser partícipes de lo que van a comer. Así cuando les pongamos la bandeja con la merluza, los pimientos, etc., estarán más predispuestos a comerlo porque ellos han sido parte del proceso. Y si encima se lo ponemos mono, pues funciona”. Está claro que tardaremos más en hacer la compra, “pero les estaréis educando. Y todas estas enseñanzas que les trasladéis serán hábitos que les acompañarán durante toda la vida».