El 14 de marzo nuestra vida se paró en seco. Nos vimos obligados a frenar y a dejar para más adelante algunas de las actividades que hacíamos a diario casi de forma automática: levantarnos de prisa, desayunar de pie, «comernos» un atasco, reuniones, meternos más de una hora en una gran superficie a hacer la compra…
Esta vida nuestra tan caótica también la llevaban, en consecuencia, nuestros hijos: madrugones, prisas, clases, extra escolares, deberes, ducha, cena y rápido a dormir que mañana hay que madrugar. Otro día en el que se nos ha olvidado el juego libre, tan importante para su desarrollo pero que no entra en sus apretadas agendas de ministro. Ahora que nos hemos visto obligados a frenar en seco, ¿nos hemos planteado si esta vida es la que queremos volver a llevar cuando todo esto pase?
«No he visto ningún convenio de los trabajadores que permita 14 horas de trabajo ininterrumpido, solamente los niños. Nadie defiende a los niños” decía la pedagoga Mar Romera en una ponencia maravillosa en un evento Gestionando hijos que os dejamos a continuación. Igual es un buen punto de partida para reflexionar sobre este tema.
Todo para Carlitos pero sin Carlitos: ¿Esto es educar en las emociones?
Mar nos presentó a Carlitos: “Amo tanto tanto tanto a Carlitos que lo he metido en una lata, lo tengo amado, cuidado, superprotegido, ni que el viento lo toque”. Y nos cuenta un día en la vida de Carlitos: “lo levantan a las siete de la mañana, lo visten, lo desayunan, le ponen la mochila…, lo llevan a un cole hiperchulisísimo que además tiene aula matinal”.
En el cole, “con certificación de calidad ISO 9002, que lo tiene todo, no se sabe lo que es pero es la leche”, todo está muy controlado. “Me colocan al Carlitos en fila, no se sabe por qué, en un hipercole, muy controlado, entra en clase en fila y lo sientan. El currículo de la Comunidad de Madrid es impresionante, no se puede dejar de dar un tema y por eso a la hora del recreo Carlitos no ha terminado la tarea.
Así que la «seño» le dice que esté un ratito ahí del recreo”. Y en los 10 minutos que le quedan de recreo Carlitos no puede acabarse el enorme bocata que le ha puesto su madre después de haber desayunado dos veces. Y como en el patio, hipercontrolado, de hormigón, no hay balones, usa el bocata de balón. “Suena otra vez la sirena, vuelvo a clase y pa pa pa. Suena la sirena otra vez y Carlitos va al comedor, hipercontrolado, no se puede ni tirar una albóndiga”.
Por la tarde, Carlitos no para: clase, complementarias, extraescolares… “¿Cómo, si quieres tanto a Carlitos, no le metes la gamificación, la robótica, el visual thinking, que eso no sé lo que es, pero termina en ing?”. Y además, actividades deportivas y luego, “a las siete de la tarde, lo que queda de Carlitos llega a casa y la madre le dice que se ponga con los deberes y echan un par de horas extras en el trabajo y le ponen a Carlitos un profe particular”. Mar señala que “no he visto ningún convenio de los trabajadores que permita 14 horas de trabajo ininterrumpido, solamente los niños. Nadie defiende a los niños”.
El día de Carlitos no ha acabado: “A las nueve, duchan a Carlitos, lo cenan y lo acuestan. Y vuelta a empezar. ¿Y cómo está Carlitos? Amado, protegido”. Y cuando el papá llega a casa, muy tarde, “dice que le han dicho en Gestionando hijos que tiene que jugar con Carlitos. Entonces a las nueve y media, el padre en traje, dice que va a echar una de escondite en el salón”, nos cuenta mientras hay risas en la sala. .
Mar nos lanza la pregunta fundamental:
“¿Alguien le ha preguntado a Carlitos? Me da que no. Me da que nos lo estamos montando a nuestro rollo, que hemos pensado en nuestras expectativas, frustraciones, y las hemos proyectado todas sobre ese Carlitos que solo te quiere a ti, que solo te necesita a ti, que le están sobrando tres desayunos, cuatro sirenas, cinco patios de cememento, y que solo necesita un poquito de cielo, un poquito de césped, que solo necesita ser escuchado, tocado, amado, llorado y reído contigo. Se nos ha ido la cabeza, familias”.
Por eso Mar señala que no quiere que sus hijas sean felices “en formato Carlitos”. Quizá sea un buen momento, ahora que nos hemos visto obligados a parar a causa de un virus, para plantearnos si esta es la felicidad que queremos para nuestros hijos e hijas.