«¿Por qué no cuidamos de nuestro pensamiento crítico del mismo modo que hacemos con nuestro cuerpo?» Esta es una de las preguntas que nos lanza el filósofo José Carlos Ruiz asegurando que «hemos logrado implantar ese concepto de ‘medicina preventiva’, pero la gran deuda pendiente la tenemos con la higiene mental preventiva, creando hábitos mentales sanos. Un mal hábito mental, una falsa idea de éxito, una idea dañina de felicidad, nos provoca peores sufrimientos que los males físico-orgánicos».
¿El remedio? El pensamiento crítico.
Pensar no es lo mismo que pensar críticamente. A esto último tenemos que enseñar a nuestros hijos si queremos que gocen de una buena salud mental. Porque pensar bien requiere horas de trabajo y esfuerzo. No es algo innato. Y es fundamental que les enseñemos a hacerlo para tomar decisiones correctas. «Pensar críticamente, poseer una buena capacidad analítica, es un instrumento esencial para forjarse una identidad propia y auténtica», asegura.
En este vídeo, el filósofo nos da algunas claves para hacerlo aprovechando la situación que estamos viviendo.
Claves para fomentar la curiosidad y el asombro entre los niños
«Todos nacemos ciertamente filósofos. Llegamos al mundo y nos llenamos de asombro, sobre todo en las etapas iniciales de la vida donde todo te provoca admiración e intriga, donde te preguntas por lo que te rodea y por los que te rodean. Pero con el paso de los años, vamos entrando en el imperio de lo previsible, de la vida precocinada, de la tiranía de la inmediatez que hacen que cada vez sea más difícil sorprenderse por algo», afirma José Carlos Ruiz en su libro ‘El arte de pensar’.
Cualquiera que tenga un niño pequeño sabrá qué es la etapa de las preguntas. ¿Por qué las nubes son blancas? ¿Por qué los pájaros vuelan?…. Y así un sin fin de preguntas día tras día. Nuestros hijos, cuando no saben hablar aprenden observando. Una vez que ya pueden comunicarse, siguen aprendiendo preguntando. Por eso es tan importante fomentar esta curiosidad, porque es el motor del conocimiento y, por supuesto, del pensamiento crítico.
- Lo principal es educar con el ejemplo.El coach y biólogo Fernando Botella se refiere a esa actitud como la humildad: Esta actitud supone sorprenderse “todos los días por casi cualquier cosa, no me creo que ya lo sé todo, sino que cuestiono las cosas, me doy el permiso de aprender y de tener una mente de aprendiz continuo”. Esta actitud tiene que ver con la humildad, “que no es modestia, sino que viene de humus, que es el cultivo continuo, la capacidad de dudar, vivir con una mente curiosa”. Así que la primera clave es que nuestros hijos vean en nosotros que nos hacemos preguntas, que tenemos curiosidad por el mundo, que investigamos y que queremos aprender habilidades nuevas.
- Conocer sus intereses y llevar los aprendizajes a su terreno. ¿Quién no ha visto niños protestando por tener que conocer los nombres de los ríos de Europa mientras que se saben la alineación completa de varios equipos de fútbol? Nuestros hijos quieren aprender y saben aprender, pero quizá sea divertido llevar esos aprendizajes que no les motivan tanto a sus intereses. Por ejemplo, si a un niño le gusta mucho inventar cuentos, ¿podríamos ayudarle a estudiar Historia contando un cuento sobre la etapa que tiene que estudiar? Si a una niña le gusta mucho el baloncesto, ¿podemos repasar las operaciones matemáticas planteándole un problema de sumas y restas al hilo de un partido?
- Mostrarles el para qué aprenden lo que aprenden. Muchas veces nuestros hijos no se encuentran motivados para estudiar, no saben para qué tienen que saber, por ejemplo, un poema de memoria. Y en realidad, muchas veces nosotros tampoco lo entendemos. Pero si somos capaces de descubrir el sentido (o de preguntárselo a sus profesores, llegado el caso, porque hacer equipo con los profesores es fundamental), probablemente nuestros hijos se motivarán más. Como nos dice el coach Jorge Salinas, el mensaje que debemos transmitir a nuestros hijos es “que aprenda y que busque el para qué hace las cosas”. Si nos quedamos en el “porque lo ha dicho tu profe” o “para aprobar el examen”, poco estaremos promoviendo su deseo de aprender.
- Animarles a ir más allá. En línea con lo anterior, si nuestro hijo nos pregunta, tiene curiosidad por saber más sobre algo, sería fantástico que les acompañáramos y animáramos en esa búsqueda de información, en ese ir más allá, en lugar de decirle que no pregunte tanto o que no se complique la vida, que estudie “lo que entra en el examen”. O, cuando son más pequeños, no desaprovechemos la oportunidad de alimentar ese cerebro curioso que nuestros hijos tienen de serie cuando estamos dando un paseo y nuestro hijo se detiene a ver cómo se mueven las hormigas.
- Confiar y potenciar sus capacidades de explorador y aprendiz. La sobreprotección es el peor enemigo de un cerebro curioso, y el mejor antídoto es la confianza. Tenemos miedo de que nuestros hijos no lo hagan bien o fracasen. No confiamos en ellos. Por eso, muchos padres hacen los esquemas a sus hijos, preguntan a otros padres o madres por WhatsApp “qué deberes hay hoy, porque me dice que no hay nada y no me fío”, muchas de las manualidades escolares se convierten en una competición por ver qué padres son los más artistas. Debemos preguntarnos, “¿qué es exactamente lo que queremos, que sean los mejores o que aprendan por el camino? Si no viven lo que les toca vivir y van aprendiendo, en el futuro no tendrán ningún tipo de recursos para abordar lo que les depare la vida.